Desayuna, almuerza y cena pensando en la montaña. Pablo Zelaya Huerta, de 37 años, vive para ella al 100 por ciento. Aunque casi pierde la vida en el cordón de los Nevados del Aconquija en 2011 y corrió peligro su vida en su intento de llegar a la cima del Everest; la pasión y el amor por la montaña es más fuerte. Desafiarla y conquistarla lo hace sentirse vivo.
El "Cóndor", como lo conocen en el ambiente, adoptó el montañismo como una forma de vida. De regreso a Tucumán, luego de recorrer cimas en el Himalaya, en Suecia y en Francia, nos recibe en su casa de Horco Molle, donde vive rodeado de los cerros y de la naturaleza.
"No necesito otra cosa que estar con la montaña", asegura Zelaya Huerta. "Me llena de vida, me genera placer", explica sobre de por qué desafía los límites para alcanzar las cimas del mundo.
Mientras ceba unos mates, durante una tarde soleada, cuenta que en su casa no tiene televisión ni conexión a internet. Sólo un celular lo conecta con el mundo. Mientras que la mayoría de los tucumanos desayuna mate o café con leche con bollitos y facturas, Zelaya Huerta todas las mañanas come una omelette, además de cereales y de frutas.
Al extremo
El "Cóndor" no es un improvisado ni un desconocido. Con una larga experiencia en el oficio desde hace más de 20 años, tiene en su haber decenas de picos alcanzados en Sudamérica y enseña los secretos del montañismo a sus alumnos.
Zelaya Huerta lleva sus proyectos al extremo. En febrero de 2015, con el objetivo de difundir la tarea de la fundación "Espera por la Vida" que promueve la donación de médulas óseas, subió y bajó el Aconcagua, considerado el techo de América con 6.963 metros de altura, en apenas 18 horas. Es considerada la quinta expedición más rápida realizada en el Aconcagua.
Este año, invitado por unos amigos que conoció en el Aconcagua, el mexicano Luis Álvarez, y el indio Ara Khatchadourian, aceptó el desafió de alcanzar la cima del Everest de 8.848 metros. Ellos tienen en su haber varios picos de 8.000 metros en el Himalaya. Zelaya Huerta y sus amigos intentaron hacerlo por el lado norte, el chino, sin sherpas (guías) y sin oxígeno.
Logró ascender hasta los 7.400 metros. Sin embargo, con temperaturas superiores a los 50 grados bajo cero, se le congelaron los brazos y las piernas. Esa misma noche, y en una carpa que estaba a la par de la suya, falleció una pareja de ingleses afectados por edemas pulmonares. Pensó en sus hijos Tomás, Agustina y Margarita y decidió bajar al campamento para recuperarse y regresar a casa.
Heroísmo
Pero cuando estaba armando los bolsos, un llamado de emergencia que escuchó en la radio en el campamento base cambió todos sus planes. Sus amigos Álvarez y Khatchadourian pedían auxilio desde los 8.300 metros.
Luego de haber hecho cima quedaron ciegos por haberse sacado las antiparras. El sol les había quemado las retinas.
"Cuando lo escuché llorar a mi amigo Luis pidiendo ayuda me dije que no podía perder otro amigo", dice Zelaya Huerta. A pesar de estar mal físicamente, le prometió a Álvarez que a la mañana estaría con él para ayudarlo a bajar. En 2011, cuando intentaron cruzar los Nevados del Aconquija con su amigo Alejandro Sorondo fueron sorprendidos por fuertes vientos. Zelaya Huerta logró sobrevivir con graves quebraduras. Sorondo fue encontrado días después sin vida en la montaña por un grupo de rescatistas.
Impotencia
Recordó que cuando ayudó a bajar a sus amigos, sintió una gran impotencia porque una mujer pedía ayuda a los 8.300 metros. Su marido había muerto de una embolia cerebral y ella tenía un edema y se había quedado sin oxígeno.
La empresa que habían contratado los había dejado abandonados, porque debían pagar 60.000 dólares para socorrerlos. La mujer falleció horas más tarde.
"Su cuerpo y su mente decidieron quedarse con su marido", dijo con tristeza al recordar el momento. "La montaña te absorbe, el Everest te mata", sostuvo sobre los peligros que implican desafiar a la cima considerada el techo del mundo.
La revancha y un nuevo desafío
El "Cóndor" parece que no se rinde hasta no cumplir con sus objetivos. Sabe que estuvo muy cerca de ser el primer tucumano en conquistar el techo del mundo. Por eso, adelantó que en 2017 buscará alcanzar la cima del Everest en tan sólo 24 horas. "Tengo mucha confianza", dice muy seguro de sus capacidades.
Sin embargo, el desafío del Everest no es el único que tiene en mente. Para 2020 fue invitado para cruzar el Polo Sur desde la base argentina Marambio, en la Antártida. Aunque no es una montaña, aceptó el desafío y planea hacer los 1.200 kilómetros de campo glaciar, solo y con un trineo. "Quiero llevar la bandera tucumana a todos lados", sostiene el hombre que se siente un extraño en la ciudad y como un cóndor en pleno vuelo cuando sube a la montaña.